jueves, junio 26, 2025
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Mogna: pueblo de resistencia y hogar de Juana Natividad Páez, tejedora y parte de las raíces de las Teleras Moquineras. “Hemos luchado la vida”.

Ahora San Juan tuvo el agrado de charlar con un grupo de tejedoras y teleras sanjuaninas que hacen honor a la cultura textil cuyana y aborigen. Una de ellas es Juana Natividad Páez (94), con su hermana Rita (92) que aún teje e hila pese a su edad. Las artesanas comentaron que junto a un hermano menor de 89 años que vive en Capital son quienes quedan vivos de su familia. Un dato importante que compartió esta abuela comerciante, es que las frazadas y colchas son las más elegidas y vendidas: «También las ruanas, hice muchas. Hasta un cura me compró una», expresó Natividad. Con su técnica tradicional siempre hiló sus lanas de oveja: «La única que no he hilado fue una colcha, porque no tenía lana y la compré», explicó. La nieta de su hermana Rita, Silvana Herminia González, contó que aprendió a tejer de su abuela y tía abuela (Las hermanas Páez). «Es lo que estoy haciendo ahora, tejo en el grupo Las Teleras Moquineras. Junto a mi hermana Lorena, y otras mujeres de Mogna: Margarita Sánchez, Isabel, Feliza y Graciela Cabrera y Fernanda Valle. Es lo que aprendimos de mi abuela y mi tía», exclamó.

Como el historiador José Casas supo decir, «Mogna es un oasis en medio de la travesía, del empeño por sobrevivir en adversas condiciones, permaneciendo en esa dura tierra, siguiendo el mandato de su real fundador, el cacique Francisco Alcane. Es un pueblo que surge por la voluntad y decisión de permanecer en ese territorio de un grupo de  capayanes que volvieron a su tierra, después de una larga marcha y que sabían que para sobrevivir debían quedarse en el desierto”. El sociólogo, destacó que pese a las encomiendas que dejaban explotación y desnaturalización del pueblo, sobrevivieron. Esta fue una etapa de resistencia activa. Y de esa línea de convicción, vienen las hermanas Páez. Las cuales son de pocas palabras pero tienen muchos conocimientos para transmitir.

Es así, como se dió inicio a una tarde que nos permitió hacer este gran relato de varias generaciones de vidas textiles en la localidad de Mogna de Jáchal.

Corría el domingo 28 de agosto en un pueblo pequeño de San Juan llamado Mogna, ubicado al norte, en el departamento de Jáchal, bastante lejos de la ciudad. Al que casi era imposible llegar hace una decena de años atrás. Su gente estaba celebrando el día de los más chiquitos de sus familias y los rayos de sol se reflejaban en sus sonrisas. Había juegos, castillos inflables, payasos, globos coloridos que decoraban las galerías de adobe. Los vecinos caminaban la tierra cubierta de años de trabajo y tradición cuyana.  Este lugar de paisaje árido, limoso y seco, es escenario de ranchos antiquísimos y árboles tan viejos como ancestrales que se adaptaron al clima y protegen a su gente, brindándoles su sombra.

Ese día, no era uno cualquiera, porque ahí estaba doña Juana Natividad Páez, una de las «cultoras del telar criollo» de la provincia, con sus 94 años bien plantados, o bien tejidos podríamos decir. Ella representa a muchas artesanas en la práctica textil tradicional, con casi un siglo de experiencias de vida, resignifica a diario cada arruga de su rostro como senderos transitados a base del esfuerzo y la sencillez. Estaba sentada, tranquila, sosteniendo su bastón y disfrutando de aquel maravilloso momento, junto al resto de mujeres que llevan no sólo su sangre sino también el mismo don de tejer. «Les dejamos el camino abierto para que ellas sigan», indicó. Al verla, uno se hace la idea de cómo puede haber sido Doña Paula, madre de nuestro prócer Sarmiento, allá por el 1801. Cuando decidió levantar su propia casa siendo soltera y con escasos recursos en lo que ahora es nuestra capital.

Telar de la mamá de Sarmiento.

En su mirada, dura y humedecida de lágrimas archivadas, se puede leer claramente lo mucho que hicieron sus manos por su pueblo e identidad sanjuanina. Cual Doña Paula, también construyó e instaló su telar, sólo faltaba el resguardo de la higuera para completar la foto de la hoy Casa de Sarmiento y Museo Nacional. Esa que gracias a la tela producida y vendida cada semana en ese entonces, la madre del prócer pagó materiales y obreros para construírla. Pero en la memoria de Natividad, sus vivencias no se quedaron atrás. «La práctica textil tradicional es un saber colectivo, fiel exponente del patrimonio cultural de la provincia, que ha ido transformándose con el tiempo». Y subsistiendo gracias al empeño y pasión de eximias guardianas y ejecutoras del tejido como Juana Natividad y su familia. De alma familiera, mostró uno de sus tejidos que lleva el nombre de Alejandro González, su nieto. Quien se casó y mudó a la ciudad. «Pero pronto vendrá a buscarlo«, detalló.

Juana Natividad.

Nació un 24 de junio de 1928 (aunque en el registro civil fue anotada el 6 de julio), mismo día con dos meses de diferencia a Edmund Cartwrigh, inventor del primer telar mecánico, diseñado dos siglos antes de que ella llegara al mundo, en 1784 y patentado en 1785. Esto podría ser una coincidencia más, sino fuera por el destino que luego la marcó. «La vida de mi mamá era esa, hilar, tejer y enseñarnos a hacer las cosas en el telar. Era lo que vivíamos acá, ella hacía obras para vender: ponchos , frazadas, ruanas, alforjas, y que se yo cuántas cosas que hemos tejido en esta vida«, comentó con el tono de voz característico de la sabiduría, mientras compartía una charla con su gente.

Según los registros históricos, no es preciso determinar su real inicio: con base a lo descripto por los chinos proviene del Emperador amarillo, mientras que algunos han asegurado que el telar fue inventado por indígenas sudamericanos. Otros especulan que fue desarrollado en el periodo neolítico en mesopotamia.​ El telar a pedal se creó en la edad media, y el automático en 1801. Lo que sí sabemos, es que los telares artesanales se clasifican en tres grandes familias: bastidores, verticales y horizontales. 

La hermana mayor de las Páez, ya no puede continuar con su labor, o bien familiar, heredado y transmitido de generación en generación; debido a dificultades con la vista. «Lloraba de solo ver el telar y yo que no podía tejer porque ya no veía. Entonces los niños me sacaron el telar y todo, y mi sobrina ha heredado las telas y telares, ella teje también», describió esta maestra tejedora. Y en el marco del festejo, comiendo alguna que otra cosita rica hecha por ellos en sus majestuosos hornos de barro, Natividad explicó cómo se compone su telar: «Tiene al que llamamos el peine, las cajas, un palo que se le llamaba la pala, para tejer. Se divide en dos partes este proceso: se teje en peine y a pala. Por ejemplo, los ponchos se hacen a pala, y las frazadas a peine». Ella es una abuela como muchas otras, que caminó su historia con sus manos siempre ocupadas, y sin preguntar nada, nunca paró. Hasta ahora, que está algo cansada, pero que no pierde la nostalgia por sus compañeras las lanas. «Así nos hemos criado, educado y casado. Hemos luchado la vida«, lanzó entre suspiros.

Doña Juana Natividad, alcanzó a tener una sola hija porque enviudó jóven. Algo que la separa de Doña Paula Albarracín, quien tuvo otras hijas (que, como sabemos, también fueron destacadas sanjuaninas), además de su querido Faustino Sarmiento, que en su libro Recuerdos de Provincia escribió una vez: “La madre es para el hombre la personificación de la providencia, es la tierra viviente que se adhiere al corazón, como las raíces al corazón”. (Sarmiento, P. 107). Las dos mujeres tejieron y forjaron en su telar a lo largo de distintos tiempos: telas, alfombras, frazadas, colchas, jergones, ponchos, peleros, pañuelos de mano, y demás. Antes, el material utilizado para tejer era lana que podía ser de oveja, guanaco y vicuña. Hoy, la familia de la señora Paez ya cuenta con la opción de comprar la lana sin tener que hilarla si así lo desean.

La música sonaba fuerte, ella no escucha del todo bien, pero no se privó del festejo y de una grata conversación amistosa. Con el paso de las horas, contó la anécdota de cómo fue que atravesó un accidente años atrás. Como un gaje del oficio que la llevó a esforzarse más para trabajar. «Fue con el telar cuando tenía 38 o 39 años y ya estaba sola con mi hija que tenía 14. Una noche prendo la lámpara para seguir tejiendo y cuando me agacho se me metió un metal en el ojo y me quedó así vió (mientras mostraba lo que hablaba). Luego me fui a operar ambos ojos pero quedaron peor. Me arruinaron los dos. Y aquí estoy, mucho después, media ciega, pero al menos para comer veo «, disparó entre risas.

Las Teleras Moquineras (aludiendo a los capayanes moquineros de Jáchal): Este grupo que nació de la base que Natividad y su hermana Rita tejieron como legado, hoy va marcando su paso por diversos lados. «Hemos andado por Chile intercambiando saberes hace 4 años más o menos. También hicimos una presentación en el Museo Franklin el año pasado. En el mes de mayo, de este año, hicimos otra en el Museo de Sarmiento y en marzo tuvimos un curso de telar con mi hermana y abuela Rita, más mi tía Clara de Albardón», alegó Silvana, sobrina nieta de Natividad.

Para cerrar una jornada repleta de personas hechas a base de las buenas costumbres, las tejedoras mencionaron que Natividad supo enorgullecer a Mogna, siendo galardonada con un premio en una exposición de Buenos Aires, al igual que la hija de su hermana Rita. «Yo ahora tengo una tela que se muestra allá«, adhirió Silvana.

Juana Natividad, como ejemplo de mujer fuerte y de valores marcados a fuego, confesó en el intercambio de recuerdos, que no se volvió a casar cuando enviudó, ya que su agenda la mantuvo muy atareada: «El telar no me dio el tiempo de coquetear», argumentó en broma. Cabe destacar que el arte de tejer y teñir, es uno de los pilares que hacen a nuestra naturaleza criolla. Y en Mogna de Jáchal, las mujeres lo vienen desarrollando desde hace siglos. Un pueblo con pocos habitantes que ha subsistido pese a las muchas carencias que allí se atraviesan, pero que conlleva un espíritu de lucha, arraigo, cultura y tradición que jamás podrían abandonar.

Con su estilo agreste y rural, sus casitas que son como Natividad, simples pero resistentes. Acojedoras y rodeadas de un amplio espacio para dar rienda suelta al trabajo que nace del amor a su tierra y sus raíces. Este es un pueblo que lejos de rendirse se tornó vencedor. Si se quiere visitar el corazón de nuestros ancestros, deben ir donde está la base de la resistencia y lucha moquinera. Donde Juana Natividad Páez es ícono de teleras legendarias.

Reseña histórica: Mogna es el tercer pueblo fundado por los españoles en territorio Sanjuanino el 11 de agosto de 1753. La Junta de Poblaciones de Chile decidió hacerlo donde los capayanes moquineros ya estaban instalados. «Les permitió que no fueran trasladados de su tierra, lo cual los hubiese llevado a la extinción. En esta etapa la población era fundamentalmente indígena, dedicados a la ganadería. Fue la etapa de la resistencia pacífica”, así lo advirtió el sociológo e historiador jachallero, José Casas, escribió el libro “Mogna, larga distancia, el pueblo de la travesía” (2009), el documento más completo sobre este pueblo sanjuanino.

Es conocido popularmente por poseer la iglesia, donde se rinde homenaje a Santa Bárbara y junto a ella se encuentra el antiguo cementerio que contiene la tumba de la extraordinaria Martina Chapanay, hija de un cacique Huarpe y una cautiva blanca. Quien fue oficial del ejército libertador comandado por el general José de San Martín, y se distinguió también por haber vengado la muerte del caudillo riojano Ángel “El Chacho” Peñaloza. Murió en 1874 y fue sepultada aquí donde hasta el día hoy sigue siendo recordada y venerada.  

/sisanjuan, wikipedia, destinosanjuan, curiosfera-historia, memoria de telares y teleras.


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