lunes, julio 28, 2025
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Lo simple y cotidiano de misionar: más allá de la religión.

La fe llega a las personas de distinto modo. Algunos bajo las circunstancias de un hecho que marca la vida de las personas, otros simplemente lo viven desde su nacimiento, como una actividad familiar innata. Misionar es «llegar con la palabra y trabajar ayudando al prójimo. Escuchar», expresa Yanet Soledad Quezada, misionera, a Ahora San Juan.

Yanet empezó a misionar cuando era una adolescente, impulsada por la religión que siempre estuvo presente en su familia y el llamado a «hacer algo más». Se unió al grupo de la Parroquia San Francisco, que esta dirigido por Oscar Ceballos a fines de los 80′. Oscar vino desde Buenos Aires misionando y quizo quedarse en San Juan para siempre.

«Lo más cerca a la parroquia por el 87′ era un grupo de familias que vivía cerca de la bodega Pringles, un asentamiento de unas 15 familias. Así empezamos a trabajar», asegura Oscar, que acompaña a Yanet por petición de la misma.

La mujer de 51 años se nota algo tímida, pero con un gran corazón, de esos que pueden ver más allá de lo visible. Quizás sus circunstancias de vida la dotaron de esa cualidad. Hoy se encarga de su madre, que está con internación domiciliaria y de su hija de 14 años.

Si bien la actividad netamente misionera para Yanet hoy está en pausa, «tengo que cuidar a mi mami», asegura, la honestidad y humildad con que abre las puertas de su casa son casi una tarea de misión al corazón.

Para llegar a la casa de Yanet preguntamos en un almacén de la esquina si conocían a «Yanet, la misionera», el almacenero se le iluminó la cara y dijo «sí, acá en la esquina». Al entrar a su casa, las sonrisas y saludos hacen creer que uno es amigo de toda la vida.

Iniciar la tarea, entrar al hogar de un lugar que tiene necesidades, muchas veces sociales, económicas y espirituales no es sencillo. «En el 87 fuimos al patio de una vecina con el Padre Paco Pérez, nos juntamos a rezar y así conocimos a Yanet. Fue muy fácil desde el principio, nos hicimos amigos de todos», recuerda Oscar con mucha capacidad de orador.

«Cuando ingresamos al asentamiento ya había unos chicos de la Iglesia Metodista y empezamos a trabajar juntos. Ellos desde la Iglesia Metodista y nosotros desde la Iglesia Católica, con el tiempo quedamos nosotros», dijo textualmente Oscar mientras Yanet lo observa. Esa frase marca que la fe va más allá de las instituciones, señala el verdadero fin del misionero, eso que quizás quien lo ve de afuera no logra comprender, es aunar fuerzas para el bien del otro «difundir la palabra», aseguran que Oscar y Yanet, desde Ahora San Juan interpretamos que es llevar calma en momentos de caos y por eso las instituciones dejan de importar y la ayuda, en este caso de Dios, viene a poner en valor a la humanidad.

«Nos reuníamos los días sábado, hacíamos el encuentro de la palabra. Nos ayudaba a la comunidad con cosas que nos hacía falta. Consiguieron un señor que entregaba la leche, un señor que donaba alimentos de panadería, ropa, también en ayudar a arreglar la vivienda», relata Yanet como aquello que la conquistó para unirse al grupo de misioneros de la Parroquia San Francisco.

Yanet se encarga de dar catequesis, esa es su principal tarea dentro del grupo. «Donde yo vivía quería que los chicos conocieron la palabra de Jesus, es lo que llevó a que me interese unirme». En aquel momento la coordinadora del grupo era Ana María, quien era la esposa de Oscar y falleció hace un tiempo.

«Ana María era y es un ejemplo a seguir», dice entre sollozos Yanet al revivir aquellos momentos con la mujer que llegó a la villa y le mostró un camino distinto. «Me emociono mucho porque es recordar los 34 años de cosas vividas con ella».

Oscar, cuenta cómo se conocieron con Ana María, cómo la fe unió a esas dos almas que tuvieron 10 hijos y marcaron a miles de personas, como a Yanet, desde Buenos Aires a San Juan. «Vayan y difundan la palabra», asegura que era el objetivo que motivaba a la pareja.

«La misión no termina nunca, hasta que Dios nos llame», asegura Oscar. La fe hace que los dolores se sientan pero puedan sobrellevarse mejor, explican los dos misioneros. El fallecimiento de un ser querido, enfermedad, situaciones de la vida.

Una de las experiencias que le deja el misionar a Yanet son los recuerdos de los viacrucis. «Hacíamos un viacrucis con la gente de la villa, en el barro, pero no importaba porque nos sentíamos acompañados, más allá de las circunstancias».

«Una vecina de la villa adoptó un niño sordo mudo y un día él quería hacer la comunión con sus amigos de la Villa. Ana María me incentivó a animarme a darle la catequésis al pequeño, me animé y la palabra llegó a Jorge-nombre del niño- como por obra divina. Es una experiencia que me encantó porque la fe llegó a Jorge a pesar de las condiciones, no por mí, sino por Jesús», narra Yanet.

Ahora San Juan preguntó a Yanet «¿qué busca la comunidad en el misionero?», no dudo en responder «contención». «Jesús no viene a imponer una doctrina sino a entender al humano que necesiten que lo ayuden», agrega Oscar.

En conjunto con el grupo de misioneros Construyendo Caminos, se da apoyo escolar en la zona donde vive Yanet. En los alrededores hay un asentamiento muy precario. «Vienen y ayudan a los chicos. En época de pandemia imprimían las guías, las descargaban porque muchos no tenían ni un celular donde les llegara el material ni los recursos para llegar hasta sus escuelas para retirarlo de ahí».

Llegar a sobrellevar las necesidades de la comunidad, no hacer la vista al costado. «Siempre tratamos de estar», aseguran. En este caso desde la fe, pero como el relato construido entre Yanet y Oscar ambos aseguran que el «único fin de la iglesia es la misión, ayudar al otro, salir».

«Nosotros encontramos la felicidad en misionar, en difundir y por eso invitamos a los demás. Queremos contagiar esta felicidad», concluyen Oscar y Yanet.

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