Las veteranas de Malvinas.

Nuestro país cuenta con innumerables y distinguidas figuras femeninas cuya defensa de la Patria se remonta a las Guerras de la Independencia. Ellas prueban que las mujeres no han sido ajenas a las luchas y los combates en la región y que la participación de la mujer en “lo militar” no se ha iniciado con su incorporación formal en las Fuerzas Armadas a fines del siglo XX, al contrario siempre han pertenecido.

Dentro de los roles y características asignados socialmente a varones y mujeres según su género, se puede observar cómo persiste la asociación entre masculinidad y guerra, dejando pendiente aún el (re)conocimiento por parte de la sociedad argentina de la labor realizada por las mujeres en las distintas luchas de nuestra historia. Un claro ejemplo de esto es la promoción de la Teniente Coronela Juana Azurduy al grado de Generala Post Mortem por la Presidenta Cristina Kirchner en el año 2009,  tras 147 años de su muerte.

¿Y qué pasa con las mujeres de Malvinas? Tras la derrota de la denominada “Guerra de Malvinas”, quienes participaron en el conflicto fueron obligados y obligadas a guardar silencio de lo ocurrido. Peor aún, devino en la sociedad argentina un proceso de “desmalvinización” que actuó a través de diversos mecanismos con el objeto de borrar a las islas de nuestra memoria y pertenencia argentinas. En ese proceso de «desmalvinización» se incluyeron también a todas las mujeres que de una u otra manera había participado en el marco de ese conflicto.

A las mujeres de Malvinas, que sufrieron los mismos problemas que los hombres, las pesadillas, el estrés post traumáticos y el ninguneo, se las condenó al olvido. A pesar de haber prestado servicio y vivido la crudeza del conflicto en primera persona, estas mujeres no fueron reconocidas socialmente por su labor, ni fueron incluidas en la ley que reconoce a los veteranos y los caídos de la guerra de las Malvinas.

La mayoría de las mujeres fueron enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles que vivieron los horrores desde adentro: recibieron en el continente y en los buques transformados en hospitales a los soldados heridos, amputados, quemados y psicológicamente agobiados. Sólo la Fuerza Aérea había comenzado a incorporarlas en 1980 con el rango de cabo primero. También hubo voluntarias que casi nadie recuerda y miembros de la Marina Mercante.

La edad de las decenas de mujeres que participaron en la guerra oscilaba los 25 años, aunque también las hubo de 15.

El rol fundamental de estas mujeres, además de la parte médica, era la contención afectiva a los soldados, que volvían con frío, con hambre porque no les daban de comer, golpeados, amputados o quemados. Ellas estaban ahí.

Aún quedan muchas historias de Malvinas por develar y reconocer. Recuperar la labor de las mujeres no sólo debe ser visto como un acto de equidad de género sino también como una herramienta malvinizadora que busca honrar a la verdad histórica destacando nada más ni nada menos la esencial contribución de todas ellas -y las que faltan- como integrantes del pueblo argentino en defensa de su soberanía.