Un nuevo éxodo centroamericano de dimensiones históricas, desencadenado ante la nueva política migratoria de EEUU que busca dejar atrás el racismo y la xenofobia, obligó a México a desplegar operaciones de contención fronteriza. Las deportaciones en ambos países se dispararon en el comienzo de este año.
El presidente Andrés Manuel López Obrador junto con la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris, hicieron hincapié para «abordar las causas fundamentales de la migración desde los países del Triángulo Norte, (El Salvador, Guatemala y Honduras), que incluyen la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades económicas».
De esta manera, los Gobiernos acordaron «contrarrestar el contrabando humano y la trata de personas«, mientras Biden promete incrementar la asistencia humanitaria a esos países, con unos 4.000 millones de dólares.
Desde enero al 25 de marzo, el Instituto Nacional de Migración (INM) ha detenido a 34.993 migrantes, un aumento de casi el 28% comparado al año pasado.
A pesar de esa contención, solo en marzo de este año las autoridades migratorias estadounidenses detuvieron a casi 19.000 niñas y niños, que cruzaron solos la frontera norte mexicana.
En total, la población migrante detenida en EEUU sumó a más de 171.000 personas, un triste récord mensual.