Ahora San Juan se encontró con una historia digna de contar, la de Mari Benítez, de 83 años. Oriunda de Santa Lucía, la octagenaria tiene una vida que fue y es una montaña rusa de emociones, con experiencias de vida que podrían ser de guión de película. Resiliente, solidaria, con fuertes convicciones.
En una esquina del barrio Colón, en Santa Lucia, se encuentra «Estrella» o «Estrellita», quien recibió ese apoyo por el apellido de quien fue su esposo. Una relación que cuenta que fue complicada «al principio todo estaba bien, pero despues no». Ella relata que tomó la fuerza necesaria para poder hacerle frente al hombre que la terminó maltratando a ella y a sus 16 hijos.

Quizas no es conciente de lo fuerte que ha logrado ser con sólo ese impulso, en una época y contexto social donde la violencia de género era completamente naturalizada y aceptada. La, por aquel entonces, jóven madre, dijo «basta» y puso final a aquella relación que sólo causaba daño a su familia.
Mari fue madre a los 13 años, tuvo 16 hijos con don «Estrella». Dos veces mellizos. Hoy tiene 30 nietos. Sus hijos/as están en varias provincias formando sus familias. En los encuentros familiares los grandes mesones son la fotografia del lugar.
Si bien esta parte de su historia, que demuestra su coraje y valentia, no es por lo único que tuvo que atravesar «Estrellita». Por circunstancias de la vida no pudo terminar sus estudios durante su juventud.

Antes de ser madre tuvo que dejar la escuela durante su niñez para ayudar a su madre y hermanos, trabajando ya que las circunstancias económicas no permitían que Mari tuviera otra realidad. Luego conoció a su esposo, empezaron a llegar los hijos asi que se tuvo que dedicar de lleno a la crianza y quehaceres diarios.
Ser ama de casa fue y es un trabajo más que atareado, no tiene descanso, franco, ni salario, ni posibilidad de presentar parte de enfermo. Algo en el interior de Mari hacía ruido, algo como una tarea pendiente, algo para tachar en la lista de objetivos de vida, eso era terminar sus estudios. Así que un día tomo nuevamente fuerzas y se acercó a una escuela de adultos para finalizar sus estudios. «Fui abanderada», la picardía y orgullo de quien sabe lo que costó pero se logró, podía verse en sus ojos oscuros.
El alma bondadosa y poderosa de una matriarca como «Estrella» no paró en su entorno familiar y personal, sino que al mirar a su alrededor decidió poner espíritu luchador en la comunidad donde vivía. Trabajó en merenderos para que los mas pequeños del vecindario tuvieran siempre alimentos. «Yo siempre fui humilde, pobre, pero siempre ayude. El señor me da el doble de lo que doy», asegura llena de fe. La mujer confiesa que no fue simple alimentar a 16 hijos siendo una mujer sola y de un barrio carenciado pero que eso no impidió brindar apoyo a la comunidad donde se encontraba.
Un problema de salud la apartó un tiempo de sus trabajos en merenderos, pero nunca dejó de «andar» para el beneficio de todos. Hoy recuerda con humor, ese humor de quien es resiliente y logra superar batallas en la vida, que en el barrio donde vivían, a mediado de los 90, no tenía servicio de agua potable, entonces todas las noches debían ir con tarros, bidones, botellas a buscar agua a un surtidor comunitario ubicado a varias cuadras. «Yo le llevaba ventaja a los vecinos porque llevaba todo un tren de carga», dijo al hacer referencia que sus 16 hijos la acompañaban cada noche.

Hoy tiene su propia casa, con servicio de agua, ya no le hace falta salir a acarrear bidones para poder hacer de comer, lavar, bañarse y beber. Su actitud solidaria, imitada de Evita, según sus palabras hacen que siempre esté pendiende del otro, de lo que necesita. Mari recordó cuando conocío a Eva Duarte de Perón y Juan Domingo Perón, cuando ella tenía tan sólo 7 años. «Vinieron a San Juan a entregar ropa, zapatos, frazadas. Mi mamá me dijo que me pusiera así Evita me daba algo y lo recibí de sus manos, la vi tan grande, tan arreglada», dice al recordar aquella llegada de Perón y Eva a San Juan con la mirada iluminada. «Me sacaron una foto que le dieron a mi mamá, pero ella la perdió, sino la tendría conmigo siempre».

Estrella es una descreida de los políticos, pero no de la política. Sabe que es una herramienta que permite a las personas como ella, como sus vecinos y las personas que acuden a ella en busca de una mano amiga, para poder dejar de pasar necesidades. Es por eso que junto a un grupo de vecinas, entre las cuales está Viviana Hilda Delgado, de 50 años, con una historia muy similar a la de «Estrellita», por algo los caminos de la vida las unieron para que hoy trabajen en el proyecto de un Centro de Actividades Solidarias, dependiente de la organización Todos Somos Patria.
Mari y Viviana cuentan muy entusiasmadas que la propuesta llegó hace unos pocos días. El CAS involucra otras actividades además de ser un comedor, sino que también fomenta la participación ciudadana por medio de actividades que involucren la inclusión. Están pensando en plantines, clases de apoyo, jornadas recreativas y más. «Los chicos necesitas salir de las calles, no les hace bien», asegura Viviana.
El sábado pasado se inauguró la primer actividad del CAS de Estrella y Vivianda, con una gran olla de fideos y garbanzos. El lugar lo han denominado «Conquistando Sonrisas», panza llena corazón contento dice el dicho, y más con estas dos mujeres a cargo, con experiencia y voluntad para brindarle alivio a una comunidad.
